La muralla de Jericó es uno de los episodios más memorables en la Biblia, lleno de simbolismo, lecciones sobre la fe y el poder transformador de la oración. Este relato, encontrado en Josué capítulo 6, nos desafía a confiar en Dios, a obedecer Sus instrucciones y a orar con perseverancia ante los desafíos aparentemente imposibles.
En este pasaje, Jericó se presenta como una ciudad fortificada con muros impenetrables, un obstáculo que requería no solo estrategia, sino un milagro divino. Para los israelitas, liderados por Josué, esta misión parecía imposible de realizar, pero Dios tenía un plan: rodear la ciudad en obediencia y confiar en Él para derribar la muralla de Jericó.
Aprendiendo de James O. Fraser y su Fe en la Oración
El misionero inglés James O. Fraser, quien llevó el Evangelio al pueblo Lisu en China, usó esta historia como inspiración para enseñar sobre la oración sistemática y perseverante. Fraser, conocido como «el misionero que ora», comprendió que la oración regular y diligente puede transformar vidas y derribar murallas espirituales.
Durante casi treinta años de trabajo, Fraser enfrentó múltiples pruebas, pero sus esfuerzos culminaron en la conversión de miles de personas entre el pueblo Lisu. Él enseñó a orar de manera constante, siguiendo un enfoque similar al de los israelitas al marchar alrededor de la muralla de Jericó.
Fraser afirmaba: “Requirió paciencia durante siete días y caminar diligentemente alrededor de la ciudad cada día, lo que parece delimitar la situación a través de la oración regular y sistemática”. Este principio es tan relevante hoy como lo fue en su tiempo: nuestras oraciones deben ser perseverantes y confiadas, incluso cuando los resultados no sean inmediatos.
Lecciones de Oración de la Muralla de Jericó
- La oración enfrenta puertas cerradas
En Josué 6:1, se describe cómo las puertas de Jericó estaban firmemente cerradas. Para los israelitas, esto simbolizaba un obstáculo que solo podía superarse con la intervención divina. En nuestras vidas, enfrentamos «murallas» similares: problemas familiares, desafíos laborales o incertidumbre sobre el futuro.La oración constante y confiada nos ayuda a derribar esas murallas. Así como los israelitas confiaron en el plan de Dios, debemos confiar en que Él escucha nuestras súplicas y trabaja en Su tiempo perfecto. - La oración se basa en la Palabra de Dios
En el versículo 2, Dios le dijo a Josué: “Te he entregado Jericó, a su rey y a todos sus guerreros fuertes”. Dios ya había decretado la victoria. Esto nos enseña que nuestras oraciones deben estar fundamentadas en Su Palabra, donde encontramos promesas de esperanza y guía.Al igual que Fraser enseñó al pueblo Lisu a orar basándose en las Escrituras, nosotros podemos orar con fe, sabiendo que Dios cumplirá Sus promesas. - La oración requiere perseverancia y obediencia
Durante seis días, los israelitas marcharon alrededor de la muralla de Jericó, probablemente enfrentando dudas y cansancio. Sin embargo, obedecieron fielmente. Este acto simboliza la importancia de la constancia en nuestra vida de oración, incluso cuando no vemos resultados inmediatos.¿Cuántas veces hemos orado y esperado, sin entender el propósito de la espera? Dios utiliza esos momentos para fortalecer nuestra fe y enseñarnos a confiar plenamente en Él. - La oración culmina en acción y victoria
En el séptimo día, los israelitas rodearon la ciudad siete veces y, tras el sonido de las trompetas y un grito colectivo, los muros cayeron (Josué 6:20). Este evento nos recuerda que, después de orar, debemos estar listos para actuar con valentía y fe, confiando en que Dios cumplirá Su parte.
Derribando Nuestras Propias Murallas
En nuestras vidas, las murallas pueden tomar muchas formas: relaciones quebrantadas, problemas económicos, preocupaciones por el futuro o incluso elecciones que impactan a nuestra nación. Tal como James O. Fraser destacó, debemos delimitar estas situaciones con oración regular y sistemática.
Al igual que los israelitas marcharon alrededor de Jericó, debemos rodear nuestras preocupaciones con oraciones constantes. No importa cuán altas o impenetrables parezcan nuestras murallas, Dios tiene el poder para derribarlas.
Reflexión Final
La muralla de Jericó no cayó por la fuerza humana, sino por la intervención divina, impulsada por la fe y la obediencia. Que esta historia nos inspire a orar con perseverancia, confiar en los tiempos de Dios y actuar con valentía cuando Él nos guíe.
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